La ley del mínimo esfuerzo se impone también en este ámbito, como sucede en tantos otros, y ante la elección entre elaborar un detallado análisis o soltar la primera tontería polémica que se pueda pasar por la cabeza, se prefiere elegir lo segundo. Fácil, cómodo e incendiario, como si de los tres parámetros por excelencia del periodismo moderno se tratase. Ya no quedan programas deportivos que se limiten a informar de lo sucedido en el último día o fin de semana, ni tertulias en las que expertos den su opinión razonada sobre el último partido de cierto equipo o la actuación de cierto jugador. Ahora el amarillismo lo envuelve todo, y degenera cada vez más, llegando al punto de tener programas en los que cuatro locos pasan los minutos gritándose y corriendo por un plató que se asemeja más a un circo que a un lugar de trabajo.
A toda esta nefasta evolución del periodismo deportivo hay que añadirle el ya existente servilismo de unos y otros hacia el equipo que les paga o hace favores, dividiéndose, como todo en este país, en prensa madrididista contra prensa culé. Fuegos de artificio para incendiar aún más el ambiente y polarizar a quienes siguen sus doctrinas. Y mientras toda esta feria llamada Liga se sostenga económicamente, mientras el fútbol siga siendo beneficioso para ciertos sectores políticos y mientras los medios sigan teniendo beneficios con su estilo radical, nadie se dará cuenta de que esto, en definitiva, es pan para hoy y hambre para mañana.
La falacia del amaño de los sorteos
El último y ya conocido ejemplo es el de las bolas calientes, un concepto que aparece cada vez que se produce un sorteo en alguna competición nacional o europea con Real Madrid y Barcelona como participantes. Una niñería que cualquier persona con dos dedos de frente se tomaría como broma pasajera, pero que ciertos periodistas se empeñan en reiterar hasta el punto de convertirla en el asunto más importante del día. No leeremos columnas de opinión analizando el poderío del Bayern de Múnich o los peligros de la Juventus en primeras páginas de diarios o en portadas de medios digitales, pero nos encontraremos con decenas de textos analizando la teoría del amaño de los sorteos. Una teoría que ellos mismos crearon, ellos mismos han repetido hasta la saciedad y ellos mismos parecen terminarse creyendo.Llegados a este punto uno se pregunta si realmente se ofrece a la gente lo que la gente quiere, como algún periodista suele recriminar cuando se le presenta este dilema editorial, o si la gente se guía por lo que los medios le cuentan. En una época en la que es sencillo buscar información, la mayoría sigue acudiendo a las mismas fuentes de toda la vida, pero esas fuentes no ofrecen la información de la manera en que lo hacían tan sólo 10 años atrás. La responsabilidad periodística ya no existe o es eludida de manera premeditada, y el profesionalismo ha bajado su nivel hasta un punto en el que cualquiera puede hacer el mismo trabajo de quienes deberían tenerlo. Parece inevitable que lleguemos a un punto en el que todo esto explote, y lo peor es que no sabemos el cuándo ni el cómo.
Para cerrar esta rápida reflexión, me gustaría acordarme de quienes todavía creen en un periodismo digno y lo practican, intentando trabajar para contarnos un deporte que es mucho más complejo e interesante de lo que otros nos quieren vender como simple y polémico. Porque mientras ellos existan, seguirá existiendo la esperanza de un futuro alejado del enfrentamiento continuo y la polarización extrema como único modo de entender el fútbol, en particular, y el deporte, en general.