La palabra histórico se utiliza con excesiva facilidad en el mundo del fútbol, pero no debería haber ninguna duda de que la clasificación de Islandia para la Copa del Mundo de Rusia 2018 fue exactamente un logro histórico para este deporte. La victoria del combinado islandés por 2-0 sobre Kosovo en Reikiavik el pasado mes de octubre les hizo clasificarse por primera vez en su historia para la fase final de la máxima competición a nivel de selecciones del mundo. Pero lo que aún resulta más increíble es que Islandia se convirtió así en el país más pequeño en lo que a población respecta en alcanzar la fase final de un Mundial de fútbol, un récord que probablemente nunca podrá ser batido.
Islandia tiene una población de sólo 335.000 habitantes, aproximadamente la misma cantidad que la ciudad de Alicante. Si Islandia fuese un municipio de España, sería únicamente el undécimo más grande del país, y de ser una ciudad en Estados Unidos únicamente ocuparía el puesto 57 en el ránking de mayor población. Por este motivo podemos decir que el adjetivo 'histórico' hace justicia a la gesta lograda por el pequeño país del norte de Europa.
El país más pequeño en alcanzar la fase final de un Mundial
¿Cómo es posible que uno de los países más pequeños de Europa, con una liga doméstica que tiene nivel semi-profesional, lo haya conseguido? La historia comienza mucho antes del inicio de su fase de clasificación e involucra a un sueco, un dentista, inversión económica del gobierno y el Festival de Eurovisión.Durante décadas, como cabe esperar de un país con una población tan baja, Islandia era uno de los países peor clasificados en Europa, con su selección incapaz de ganar un partido de la fase de clasificación para el Mundial hasta el año 1977 contra Irlanda del Norte. De hecho, cuando iniciaron su fase de clasificación para Brasil 2014 estaban situados en el bombo 6, junto San Marino y Andorra. Pero esto no quiere decir que no tengan historia. Albert Gudmunsson fue el primer futbolista profesional islandés y jugó para equipos como el Arsenal y el Milan en los años 40, y también debemos acordarnos del delantero Eidur Gudjohnsen vistiendo las camisetas del Chelsea o el Barcelona en años más recientes y que ostenta el récord goleador de su selección tras debutar en ella sustituyendo a su padre en un partido frente a Estonia en 1996.
Inversión económica para mejorar la calidad futbolística
El proyecto que ha terminado con Islandia clasificándose para el Mundial se inció con el cambio de siglo. No es un secreto que el invierno en el pequeño país próximo al Ártico es tremendamente frío, y por eso la liga islandesa empezaba en mayo y terminaba en noviembre. Pero en el año 2000 se dio inicio a un proyecto ambicioso que terminó con la construcción de siete estadios cerrados y climatizados. Durante los siguientes ocho años, más de 200 campos climatizados se construyeron a lo largo y ancho de todo el país, permitiendo a todos sus habitantes tener acceso a la práctica del fútbol durante todos los meses del año.
El puesto de entrenador dejó de ser un cargo ocupado por voluntarios y se convirtió en una profesión, repartiéndose las correspondientes licencias que a día de hoy alcanzan la cifra de 500. El estado invirtió en este proyecto emitiendo cheques de 300 euros para que cualquier joven menor de 16 años pudiera tener acceso a formación como entrenador de fútbol. La inversión siguió en pie pese a la llegada de la crisis económica, y los principales talentos salidos de la cantera del país aterrizaban inmediatamente en ligas más competitivas de Europa para obtener una mayor experiencia.
Esa generación de jugadores jóvenes tuvo su primer contacto con la gloria nacional en la fase de clasificación del Mundial 2014. Nombres como Gylfi Sigurdsson, Alfred Finnbogason, Aron Gunnarsson y el aún presente Eidur Gudjohnsen formaron parte de dicha selección, siendo el portero Hannes Halldórsson el único jugador que todavía jugaba en Islandia, donde trabajaba además como cineasta dirigiendo entre otras cosas la puesta en escena de la candidatura nacional para Eurovisión 2012.
A las puertas de la fase final del Mundial 2014
La última pieza del puzzle fue el entrenador. El sueco Lars Lagerbäck eligió a Heimir Hallgrímsson como asistente, quien trabajaba a tiempo parcial como dentista. Juntos trabajaron para organizar un grupo de jugadores difícil de vencer, como Suiza comprobó cuando tras liderar el partido por 4-1 vio cómo Islandia empataba a 4-4 gracias a un fabuloso hat-trick de Johann Gudmundsson, actual jugador del Burnley en la Premier League. Para Lagerbäck, el éxito de Islandia se trataba de algo más que una inversión económica y táctica: "Más allá del fútbol, el carácter de los jugadores y de la gente en general es muy bueno. No viven en una nube y saben cuidar de sí mismos. Me gusta el país y su gente en general", afirmaba el técnico sueco.
Tras años muy lejos de la clasificación para un Mundial, Islandia consiguió empatar el último partido de la fase previa para el de Brasil 2014 y alcanzó los playoffs, donde se enfrentaron a Croacia. Después de conseguir un meritorio empate a cero en la capital Reikiavik, Croacia les superó por 2-0 en Zagreb. Gudjohnsen se retiró del fútbol profesional entre lágrimas ese mismo día y Lagerbäck se planteó dimitir, creyendo que una oportunidad así no podría volver a repetirse.
Histórica clasificación para la Eurocopa 2016
Pero Lagerbäck decidió quedarse y ascendió a Hallgrímsson al puesto de técnico adjunto. Su perseverancia tuvo recompensa al conseguir la clasificación para la fase final de la Eurocopa 2016 pese a salir de un grupo duro que incluía a selecciones tan poderosas como Holanda o Turquía. Allí protegonizaron una de las imágenes más recordadas del torneo eliminando a Inglaterra en los octavos de final.
El siguiente objetivo se centraba en Rusia 2018, y para ello Hallgrímsson tomó el mando en solitario, contando con gran parte de los jugadores que se quedaron a las puertas de la clasificación para Brasil 2014 y viéndose las caras de nuevo con Croacia en su grupo. Islandia llegó a los últimos partidos dependiendo de sí misma y tras la mencionada victoria por 2-0 ante Kosovo empezaron las celebraciones.
En una era donde las competiciones de club y el negocio de las grandes ligas han dejado en un segundo plano a las selecciones nacionales, Islandia se ha convertido en un claro ejemplo recordatorio de que los partidos internacionales todavía pueden tener un importante significado en el fútbol moderno. Han demostrado al mundo que con la inversión adecuada y las decisiones oportunas, cualquiera tiene una oportunidad de lograr algo grande.
